martes, 21 de octubre de 2008

Punto de Edén (Fragmento)

"Todos reconocemos quién es la mitad necesaria, lo miras, despiertas con él sin estar a su lado. Lloras a su lado mientras él es quien espanta las sombras. Sabes bien quién es porque bien sabes que su abrazo desprende olores exquisitos de un Edén, sin ser necesario conocer las flores más perfumadas de los continentes. Lo sabes bien, y simplemente no lo sabes, pero sabes qué es, es el ser que necesitas ser. [...]"


Al dar el último paso mis ojos se elevaron hacia una puerta, en medio de una nube azul y una nube blanca (un ojo de Dios). Al frente, estaba allí, el más tímido de los sueños. El guardián que nunca mira a las pupilas porque simplemente sabe qué tan pesado es tu mirada. Me paré al espacio, y sentado, con una lanza de copa de oro esperaba… no sé si a mí, o al siguiente. Siempre espera ¿Sabrá quién es la espera?

—Siempre lo sé —respondió, aunque no haya dicho en voz mi pensamiento.
— ¿Sabes quién es el siguiente?
—Puedes ver mi lista —en su mano izquierda llevaba el pergamino, viejo y crudo, como piel muerta. Abrió la hoja y pequeñas letras se escurrieron en sí. Eran miles de nombres, pero ninguno decía: entre tantas palabras tintas color vino, mi nombre brillaba, era la siguiente.
— ¿Y entiendes todos esos idiomas?
—Claro. Estoy preparado para todo tipo de persona.
— ¿Cuántas personas llegan al día por aquí?
—Nunca se cuenta el día y la noche, solamente la ocasión. Eres la ocasión setenta de cuarenta.
— ¿La setenta de cuarenta? ¿Qué pasan con las demás?
—Las demás tienen las ocasiones distintas. Gabriel se encargó de veinte y las otras veintes sabrá Dios.
— ¿Es muy probable llegar aquí?
—No tanto como se esperaba. —La capucha oscura era como si fuese el eco interior de su habla —Gracias a tu madre estás aquí, y gracias a ti estará Ulises, y gracias a Ulises estará Teo. ¿Cómo te encuentras Tadeo?
— ¿Tadeo? Pero si yo soy Diana.
—Aquí eres Tadeo, porque el Sol quiso que fueras Tadeo. Y eres Tadeo por aquí, allá eres Diana, y en el astro eres Artemisa, y en el día y la noche eres Estela. Aquí serás Tadeo.
—Tadeo… me gusta ese nombre.
—Lo sabes bien. —Se levantó, y como bastón andante, se trajo consigo la lanza. — ¿Te ayudó bastante Hesse?
—Podría ser.
—Eres como un lobo, sin miedo a la oscuridad. Eres como el caballo, caminante sin remedio. Y eres como Hesse, de él tomaste el ejemplo. Y vaya lo mal que elegiste, porque siendo un humano con muchas delicias, decidiste tomar su amargo rendimiento.
—Soy un humano —respondí.
— ¿Crees que Eva no lo era?
—Obviamente es la primera.
—Y la primera pecadora. Dios quiso perdonarla. Por humana, como dijiste. Y por humana llegaste aquí. Y por humana deberé ver tu caso.
— ¿Mi cuestión?
—No me digas que eres perfecta.
—Nunca lo he admitido.
—Bien…. Las cuestiones son necesarias.

De allí bajó una estrella roja, con una luciérnaga nebulosa. En ella había una llave, con un cofre condenado a ser descubierto. Abrió el cofre, y la escritura de un libro se concedía a los ojos. De inmediato hojeó, hojeó y encontró la página debida.
—El día cuatro de noviembre del año 18 de tu nombre tuviste una cópula sedentaria. ¿Pero por qué quisiste tener esa cópula sin el ser descubierto de ese ser?
—Porque pude ser la persona para él.
—Pero la cópula antes de matrimonio es un pecado grave. No cobraré el impedimento de tener un ser en tu vientre pequeño, porque no pudiste obtener ese permiso del Sol. Ahora, esa noche pudiste haber leído la obra que tuviste que leer, y no lo hiciste porque decidiste robarle un suspiro a alguien que no merecía eso…
—Lo hice enamorada.
—Lo peor es que eres Tadeo.
— ¿Y es un delito?
—Podríamos decirlo. Perdonada porque acaba de decirme el Sol que te perdona. Segunda cuestión —buscó otra página del libro —El día veintiséis de octubre del astro 18 supiste que a tu padre lo juzgaron como malabarista de ninfas… ¿Por qué no lo defendiste?
—No era necesario. Era un necio que quería sacar un falso.
— ¿Y hablar con un necio te hace más débil?
—No vale la pena discutir. Bien sabe que al final la separación y la extracción de él sobre mi mente fue lo mejor.
—Aún así debes esa manda. Pero bueno el perdón existe. Y siempre debes orar por tu padre, no merece la burla indebida.
—Pero si no estaba presente.
— ¡Pero un padre es un padre!
—No le dije nada.
—Perdonada entonces. Siguiente cuestión…
—Nunca tomé brebajes, ni maté, ni siquiera robé.
— ¡Ah! Pero te sabías a la perfección el lenguaje de la escritura. El escribir te provoca buen verbo y buen mirar de las cosas, pero también hace mal juicio y mal destino. ¿Por qué intentaste humillar a alguien por medio de un verso tan pésimo y sobre control de blasfemia? No era necesario enamorar y luego ofender a alguien.
—Nunca lo hice.
—Lo pensaste.
—Pero nunca se lo dije.
—El mal de ojo.
—Nunca le hice eso.
—Te dejaste enviciar por su mal de ojo.
—Lo quise mucho.
—También sin duda vuestro amor.
—Me desilusionó
— ¿Quién te dice que te enamores?
— ¿Es malo?
—Sí, porque eres Tadeo.
—Pero fui Diana en el mundo.
—Bueno un perdón tienes. Ahora, entiende la siguiente fase: debes encontrar de tu estrella un pétalo de adelfa, cuidado si te envenena, porque para entonces en ese momento no estará Adán para ayudarte. Encuentra el pétalo, y cuando lo tengas en la mano, cuidado de que se te resbale de los dedos: es tu pase para el Edén.
— ¿Podré ver al Sol dentro?
—A las tres de la tarde, en punto de ebullición de las sustancias de Helio y Carbono habrá varios ángeles, si tu ángel aparece, avisa, grítame, si no, todavía no es tu turno. ¿O prefieres las clases de metafísica? Ando impartiéndolas, para que los jóvenes se preparen.
— ¿Cuándo inician las clases?
—Vente entonces. Todavía eres una pequeña niña que debe conocer más allá de lo que sabes.

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