lunes, 26 de diciembre de 2011

Adiós a la gran Neo-Tenochtitlán

Adiós a la gran Neo-Tenochtitlán


Orbe consagrada en asfalto y fuerte el concreto de tu vientre, las entrañas pétreas de la allende gran Tenochtitlán, dejarte es una noche triste siempre al corazón, dejar mi tesoro de encontrarte para regresar, ¿nos encontraremos de nuevo monstruo cosmopolita?

Debatirse con la mirada buscando un horizonte que se pierde entre tus amplias calzadas, Y la vetusta disposición de tus múltiples iglesias, todas ellas con los muros tristes donde el tezontle se siente ajeno en el dogma de ultramar, agraciadas en un gris que no deja de recordar el sangriento nacimiento de sus orígenes, compartiendo la santa tierra, con los colosos que se alzan inconmensurables hacia el cielo, desgajando las nubes con su temple de hierro e impoluto cristal. Y por debajo en el ras de tu asfalto sucinto, la raza de cobre camina infatigable, pulula entre las ruinas de su gran ciudad y la moderna feroz aglomeración que devora el pasado, lenta e inexorablemente.

Adiós sea esta mi noche triste, llevarme conmigo el pulque de tus tantas laboriosas y generosas manos, el calor de tu cobriza raza que se debate en el monzón de hierros sobre cauchos, que arremete su carne en los vagones que se extienden enmarañados en su viaje al inframundo, logrando burlar el no regreso, para salir de nuevo junto a Tonatiuh, hasta que este se fatigue de brillar.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Epístola a Fernanda.

Diluvios que no cesan en denuesto.
Epístola a Fernanda.

Salmo.
De un intenso cardenal tan absoluto como edén de la noche brotó su incisivo alumbramiento, la luz del relámpago.
Diosa en la Tierra.

Concepción.
Santísimo pecado esculpido del sosiego.
La sonata ocupa el cuerpo.
Pulchri astrum
.

Mantos del Cielo.
Intempestiva nebulosa, vienes y aborreces las nubes lacerantes.
Rapaz a isla griega.
Cuasieterna, cuasiperfecta.
Tu inmortal oro.

Cielo.
No es sino el desolado aliento de Céfiro; murmullo de viento.
Viento a ti.



Ignis.
Ennegrecida puerta del norte, eterno Sol.
Delicada literatura y vieja epopeya.
Dialéctica forma misteriosa irreprochable, irreligiosamente piadosa.

Bosque.
Exhumado romance, vuelvo a ver los ojos, al espíritu máximo del ardor femenino.
Ahora luce el principio.

Trémula.
Digna cuando hunde lo perecedero y vulgar a la posesión del suelo.
Inmutable cisne alado.
Náyade.

Prodigio.
La carabela viaja para la diurna, taciturna y nocturna.
Sobre su lúgubre tarde.
No hay lupanar.
Nada soez.

Cántiga.
Oda musitada derredor.
Vahído el mundo.
El universo abre con fragor las puertas para la imperiosa.

lunes, 5 de diciembre de 2011

wādi al-ḥiŷara

wādi al-ḥiŷara

Plaza sobre banqueta de glorieta andaluz, alféizar de vino tinto de rosada sangre, vid irreprochable de la sin-razón, de callejas donde el marfil se abalanza en carruajes fantasmales; Calle sobre piedra, en cantera sobre empedrado luna tenue, faz inmensa de las tierras ganadas, ciudad al cabo, de un interminable soplo tu ajetreo; Calzada sobre cosmos, polis sobre gente, gris andante y ocre, de noches que susurran hacia el frente, agua sobre el arabesco que tu nombre lo retiene, Allah-jero- el cerrajero celador de mis recuerdos, de ese tenue viaje la sonrisa de la musa, y pauta de mi desconcierto.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Ambarina luciérnaga.

De trémula espesura de planeta es su sonante sedal.

Rosa impostora.

El agua cae por sí sola.

Los festejos envueltos en infinitos racimos de Diosa.

Abrego suspiro vivencial al polen de Venus.

Mariposa de escasa corriente áspera; la resucitadora de almas gredosas.

Vacuidad sonora con flor y estepa.

Ambarina luciérnaga de valle cordillero, vistes la sombra de la noche con el incendio del geranio.

Derrumbas el interminable camino con labios de alba.

Verdoso valle abrasado de encino germinal.

La máscara de tierra, fuego y almendro que dubitativa se obstina en las rocas puras del vuelo rojo abre sus uvas al barro inmaculado de tu sustancia dulce.

Libre esmeralda solemne y florecida, miras religiosamente bendita el hurto con pétalos de desprecio.

Oda al desdén.

Remota es la purulenta ciudad que valerosa incineraste.

Reuniste con ocasos los cuarzos tiernos de las lunas y amparaste con poesía la hostil embestidura que tuvo el jardín de los abismos pulcros.

Extraña aurora de vientos galopantes, rupestres.

Loto y natura.