miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nephelim

Nephelim

Lo observe lentamente mientras sus alas escarlata se desplegaron armoniosamente en fulgor, el resplandor vehemente irradió mis sentidos, mi entumecido cuerpo se desquebrajo en una somera sonrisa… era solo el recuerdo de un sueño en el septentrión de mi memoria.

Legado en tierra ajena, y vultura familia la que inexistente no te acoge, no hermano alguno encontraste en la yerma patria, no haz alguno solar en tu cuerpo calor te dio, y en la mirada expiada de los dioses el temor de tu impura carne se revela como la fatua runa de tus ancestros

Mas la materna culpa carga el pecado de la abominación que eres al traer sido en recto mundo, pecado de los campos, yerro luminoso que aun podrido escondes en tus sienes la luz de las centellas que en otrora de tus padres tronos fueron

Ya no es heraldo las palabras que de los tuyos, las almenas del progreso y las alianzas de pasados tiempos, una vez fluyeron, ahora raza expuesta, enmohecida y sibilante ante los ojos de aquellos medios hermanos que recelosos siempre la tuya gran sapientia con temor y devoción admiraron

Triste es el futuro en las fatuas alas de tu cuerpo, lóbrego es el llanto que corona tu destierro, Nephelim hijo de los dioses, no hay refugio entre los tuyos, pues a ninguno de los reinos perteneces, ya pagado caro vuestras madres en el cadalso han penado su error, yacer en el lascivo orgasmo de los dioses otorgando el profano vientre.

Detenido como estaba mi pensar, hilando los momentos, buscando entre palabras desquiciadas algún confort que me sirviera a explicarlo, era la sombra de un mensajero, el reflejo del espejo que alado como el cuervo, vaticinaba las penurias que azoraban las nubes de tormenta.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lázaro

Lázaro

Ahí despojado de humanidad, boca sin reino, y esperanza nulificada.

Ahí sin atavíos ni carne al hueso, bella su desnudez.

Ahí donde el verbo aun no existe para describir, la verdad irrevocable.

Ahí ensañamiento turbio, te arremolinas bajo la caballera de carmín.

Es cuando entona, las partículas se unen sin miramientos, se apelmazan, amontonándose en armonía, amalgamadas; vienes tú; verbo celeste, con tu sentencia irónica llenas cada uno y todos, mas ningún recoveco se escapa de ti, de tu imperez que ahora socaba la nada del allende.

Lázaro levántate y anda.

Arrebatado del descanso puro y solemne de los muertos, ya el peso de la piel y el cansancio del musculo arremeten una vez más el ímpetu del mortal, bajo una bóveda abrasadora, aquella donde los astros nunca duermen, en cual al día el desierto se inflama bajo la inexorable guardia del incandescente sol, uno que al refugio de la noche se fragmenta en gélidos flagelos, bienaventurada sea tu marcha, de vuelta en penurias y la idolatría de los perversos, anda numen Lázaro, avío puro de su fe.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Yuga

Yuga

De lúbricas grafías e irreconocibles notas, trementina danzarina ya viene engalanada, siete espadas ella clama, comandada a destruir impío cosmos, Khali a tu nombre yo atormento, en tu seno alimento, y desgajo el firmamento.

Bajo aquella danza vuestra, el vino sediento de carmín, en aras de tu gloria inmunda te ofrendamos; homo, sacrificio, y detrimento.

Khali vénganos tu profano reino, a Shiva enclaustrado hemos, llora y danza en tu recuerdo.

En tus cenizas nuevo hombre, ciencia y credo, bajo tus plantas calaveras, avante humanidad de Khali tus bastardos hemos puesto.

sábado, 12 de noviembre de 2011

En los jardines perpetuos de Bagdad.

Cien cierzos amurillados dentro del paraíso ocre de la arcilla lunar padecen el abyecto hechizo de espinas escarlatas.

Hollín en ciernes.

Musítame, bengala elísea del jardín de las siestas, tu bélico canto.

Aflora el mimético e impoluto deseo de tu halo con la vara macilenta de tu encanto paradigmático.

Siderosa menta.

Sublime odalisca que ruedas terciopelo de la más inquieta letra de tu meridiano aire crepuscular.

En los jardines perpetuos de Bagdad se encuentra la media luna roja que bendices con piedra de arena; Al Qur'ān Al Karīm.

El variopinto sol de quintaescencia soslaya tu onomástico cabello que decanta a los desiertos.