viernes, 2 de diciembre de 2011

Ambarina luciérnaga.

De trémula espesura de planeta es su sonante sedal.

Rosa impostora.

El agua cae por sí sola.

Los festejos envueltos en infinitos racimos de Diosa.

Abrego suspiro vivencial al polen de Venus.

Mariposa de escasa corriente áspera; la resucitadora de almas gredosas.

Vacuidad sonora con flor y estepa.

Ambarina luciérnaga de valle cordillero, vistes la sombra de la noche con el incendio del geranio.

Derrumbas el interminable camino con labios de alba.

Verdoso valle abrasado de encino germinal.

La máscara de tierra, fuego y almendro que dubitativa se obstina en las rocas puras del vuelo rojo abre sus uvas al barro inmaculado de tu sustancia dulce.

Libre esmeralda solemne y florecida, miras religiosamente bendita el hurto con pétalos de desprecio.

Oda al desdén.

Remota es la purulenta ciudad que valerosa incineraste.

Reuniste con ocasos los cuarzos tiernos de las lunas y amparaste con poesía la hostil embestidura que tuvo el jardín de los abismos pulcros.

Extraña aurora de vientos galopantes, rupestres.

Loto y natura.

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