domingo, 20 de junio de 2010

Radiante

Radiante

Epístola de todos los santos y mi cóncava idolatría
Astro vespertino, de inalcanzable aliento y crepuscular antagonia
Y que de cuantiosa extensión, el tuyo cuerpo se describe en clásicas
grecas estribaciones

De meridional y tétrica apología, de los vastos templos formados a tu gracia
Por los ojos escarlatas, de insondable ensañamiento, vuelta un retrato efímero, y agobiante,
Inmolado en belleza pura, simple y terrenal, Erigida en pilares sacros, semidivinos, y reverenciales

En las vueltas de la merced tortuosa, y las alas azabaches que dé la espalda brotan ennegrecidas
Que Ni en tu corona de espinosos cedros, se repelen espantados, en ese dios perecedero que en
vuestro mancillado seno se acongoja

Vuélvete a la mar de sus desgracias, cae del cielo, y fecunda el vasto embravecido

Canta por sobre sus crestas y saluda al marinero, trama canciones de leyenda, y llévalo a morar
Ahí dentro profundo, a donde el ahogado espectro los escuche

Funesta eres entre todas las mujeres y maldito sea el podrido fruto de ese vientre en virtud
Apaga el nauta y a su llanto, llévalo a zozobrar, pero teme el relámpago del celeste
Que algún día os castigue haber nacido espuria, y femenina, mas teme más a vuestra prole
Que comande los destinos de los hombres, que soslaye en sus negras ataduras, el futuro
Maquinante de un paterno endemoniado y triste firmamento.

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