domingo, 20 de junio de 2010

"Al son de la cubana noche"

Y es que en mi mente ya existías, y deambulabas eclíptica entre manchones de corrupta tinta, se que ya vivías ahí, infantil y acurrucada entre velos de carmesí, y plata resplandeciente, nunca pude ver tu rostro, pero ya eras mía, de mi mente, de la efigie nostálgica que solía visitarme en los callejones apagados del olvido, en la ciudad incorpórea que se extiende infinita en el cabal de mis pensamientos, solo cuando te conocí aquel viernes supe que eras tú, y la efigie paso a tener rostro, alma y nombre, y el jazz somnoliento te acercaba a mis devastadas palmas, y creí conocerte de nuevo, en aquel venerado astro en que te convertiste, radiante, escarlata, e ilegitimo, pero tal vez mi débil visión cubría en verdad tu rastro, las lentezuelas rotas de mis ojos no dejaban definir aun bien tu silueta, esbozarme tu sonrisa, acércame a tu aliento, apartar tu cabello, y oler tu terso cuello, donde tres estrellas se acumulan, en una fastuosa galaxia, única y sibilante, debo entonces agradecer a cuba y su sabor, el verdadero color de el tuyo rostro, y como olvidar esa magnífica luz de la Habana, que en su mentolado, brillo metálico, te desvelo, ahí, pura e inmaculada, tierna y tan fuerte, olvidar aquella fatua luz, esos momentos de noches interminables, de besos robados, otorgados y amalgamados, donde la bulliciosa y etílica Habana, abrió el acongojado y temeroso musculo que te repalpita en el níveo pecho “una roja flor para un purpureo corazón”

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