miércoles, 22 de abril de 2009

El sitio de Ailia

Seodol'Mhirn el rey Abisal


El sitio de Ailia

Interludio

Las colinas verdes que rodean el valle de Madhon comienzan a arder, el sol se vuelca tenue y teme que su brillo distraiga la ira de Seodol'Mirhn, la ciudad esta casi destruida mas no ha caído, casi nueve mil días de sitio acaban con su temple. Sale el rey ThulTherThas, cabalga lento a la distancia y conforme se acerca hacia las maquinas de guerra emprende el galope, su bruñida armadura se ve mancillada por la sequía y la terrible hambre que azota su pueblo, trae una bandera de dialogo, su rostro se ve duro, como la roca que se deteriora solo con el paso de las eras, pasa entre las compañías de hombres que escupen a sus pies, en la colina, sobre su sitial plateado junto a dos gigantescos buitres que se posan sobre el respaldo espera con porte y soberbia Seodol'Mirhn, alza su mano izquierda, y da una señal, una lluvia de flechas de fuego serpentea hasta sellar una posible retirada de ThulTherThas, el rey desmonta habidamente se tropieza en el fango, su cara llena de barro se muestra inmutable corre hasta lo mas próximo que los lanceros dejan acercarse y Grita:
-Que hacéis en estas tierras que lejos, que nunca te pertenecieron, ni habrán de hacerlo por buena voluntad, y es que tu puño de hierro podrá detenerlas pero se te desparramaran como la arena del desierto, Tu! el artero de los artífices, aquel que posee un nombre capaz de acongojar el universo, que te trae a mi tierra?, por que buscas con desesperanza destruirnos, y que no ves que mi reino recién descansa de una guerra de mas de cuatro mil años, los hombres ya no quieren sangre, las esposas ya no serán viudas, y los campos se cultivaran una ves mas en la paz,. así que toma tus huestes, llévalas de aquí, has que sus toscos pies eviten pisar las flores, y dirígelos a tu atrio oscuro que llamáis tierra, y cuando tus hombres hayan descansando, y sus mujeres los despidan sonrientes, regresa, pues Ailia ahora te pertenece, y es que mi gente es capaz de rendirse a tus pestilentes pies, pero no destruyas mas su país, no te rogare clemencia, no pediré por mi, ni por mi reina, ni por mis hijos, nos iremos al exilio en las naves de mis antepasados, surcaremos el océano, inmolados en el recuerdo del otrora excelso reino.
Seodol'Mirhn se retuerce en su trono, se mofa en silencio, sube la vista y observa el horizonte en llamas, cree ver a lo lejos sobre el palacio, en uno de los balcones de la torre mas alta, una sonrisa, se para de súbito y los buitres se retiran graznando, toma de su trono su gran mazo, lo arrastra con pereza detrás suyo, se abre paso entre los lanceros y se pone frente a ThulTherThass, Estira sus hombros y su cuello truena, voltea hacia el cielo, y arremete de un martillazo el cráneo del rey, este cae mientras su corona yace rota en el fango, la sangre emana copiosamente de sus oídos, sus ojos gotean la sabia roja, y trata de balbucear algo, sus manos quieren detener el pesado caer de su cuerpo pero se vencen y lo dejan balbucear sobre el pútrido lodo y así mientras el aliento se le escapa vertiginosamente Seodol'Mirhn le dice:
-¡Acaso sientes mi pie estrujando tu moribundo ser?, no es que su propósito sea el simplemente matarte pues ya lo he hecho, su misión es la de ayudar a morir a un moribundo, es lo mismo que hago yo, ayudándole a este rancio mundo a morir, facilitando un poco su perecer, y es en esta; la ultima de tus horas que te lo revelare, pues en la persona que mas quieres, tu dulce néctar, la princesa mas hermosa de los nueve reinos, la inocente Mihlava, donde se retuerce mi vástago, se alimenta de su preciada vida, la seca de a poco, pero cuidadosamente de no matarla, pues es su incólume mirada la que hace que mi ejercito marche, la que comanda mi mano, la dueña del colérico fin que se avecina, así que muere gran rey de reyes, muere deshonrado, traicionado y sabiendo que tu preciado pueblo habrá de perecer y se convertirá en el alimento de mis jaurías, y mientras tus ojos se cierran lentamente vislumbra las estrellas, piensa que algún día serán mías también, pídele a tu dios celeste que de refugio en sus palacios, pues alguna ves habré de tocar a sus puertas del mismo modo, huye pequeño gran rey, huye y desaparece en el inframundo.



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