Antiquas ruinas de cobalto
resucitan a Ancomah
los diez hijos ahora son
lo que algún mérito de lagrima engendraría.
Fortuna viva
la irremediable tristeza de una mordedura
ahorca la cordura
y la espesa mancedumbre observa.
Abre sus ojos
retrocede con cada paso mortal
bebe la sangre enfurecida
de vasallos y bastardos.
Estruja la planicie
Madre ostentosa
el camino de las islas
es aún más negro.
La lejana mancha
roja del cordero
escarlata tu boca
y embellece a tu edén.
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