Son dos sordos lobos
ocupando los conjuros mellizos
lanzados por años a un viento enfermizo.
Serán tierra y agua
las promesas de lodo y odio
las lloviznas del preocupante octubre.
Ostentidad pasajera del lobezno
la cándida ceguera del recién nacido
y el aroma de la hembra acostada.
Revuela en lo alto del mundo
e irrita de coraje a su manada,
llena de moscas labradas.
Exodo de musas-serpientes,
debajo unas mandíbulas
devoran su pecho macilento.
Y el recuerdo de la hambruna
encarna en las garras del infierno,
aúllando la sórdida soledad.
Sólo lobos entrañan
lamentos serenos
de un encanto virginal.
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