viernes, 12 de octubre de 2012

Papirohermeneflexia

Papirohermeneflexia

Se toma la hoja de manera vigorosa pero gentil, como si se tratara de un par de bellas piernas que están a merced de habilidosas manos, cuales sabias comandantes, tienen por misión  hacer bien su trabajo, ó ese bello par femenino podría cerrar la entrada a los adentros palaciegos del placer.

Es recomendable deslizar las yemas por la superficie de la hoja, palpando cada imperfección dejando que las texturas del papel, muestren quinestesicamente sus puntos de quiebre y resistencia, terminada la ocultación minuciosa del pedazo rectangular y blancuzco, doblar el extremo angosto hacia dentro mismo en ambos extremos de la hoja, como si algún lector de las instrucciones que conllevo mentales, arrancara esta imaginaria hoja, y doblara los párrafos de cada vértice hacia su centro. La figura resultante parecería como una pequeña casa de dibujo infantil con su techo a dos aguas. Aplanar fielmente los bordes de esta nueva figura, para que la finura del trazo sea lo más perfecto posible, cual arquitecto universal que se retuerce en el mar de indecisiones, donde un serendipico ensañamiento lo enardecerá a creer una raza que prófuga le enseñara a pecar, para solo así regocijarse en el castigo perenne de su irrefutable ser.

Una vez aplanada la extensión universal de la ahora casa-hoja, doblar el techo hacia adentro de la misma y sobre el borde de su inicio, dando como resultado el Keops de los sueños enjaulado en la extensión de un horizonte trepidante y rectangular, se proseguirá a doblar los cimientos opuestos de la pirámide solar, doblando sus extremos hacia el centro de la misma haciendo que sus ángulos estén próximo el uno al otro, encarándose agudamente en una cercanía que podría destruir el universo de un tajo. Aprisionaremos estos angulosos rivales con la cima piramidal, que se yergue sobre ellos, dejándolos encarcelados en la deconstrucción del hombre, extirparemos la nueva geometría, doblándola por su eje l, partiendo con  nuestros dedos su medio, y doblando las partes idénticas hacia afuera de la pirámide aprisionada.

En el fínale de la llave primigenia, con nuestra figura doblaba por su centro, redoblaremos sobre las mitades de cada lado, dándonos el último paso hacia la deux ex machina, de nuestros deseos, y de esta forma la puerta al inframundo estará maquinada sin recelo alguno de su antiguo dueño.

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