Papirohermeneflexia
Se toma la hoja de
manera vigorosa pero gentil, como si se tratara de un par de bellas piernas que
están a merced de habilidosas manos, cuales sabias comandantes, tienen por
misión hacer bien su trabajo, ó ese
bello par femenino podría cerrar la entrada a los adentros palaciegos del
placer.
Es recomendable
deslizar las yemas por la superficie de la hoja, palpando cada imperfección
dejando que las texturas del papel, muestren quinestesicamente sus puntos de
quiebre y resistencia, terminada la ocultación minuciosa del pedazo rectangular
y blancuzco, doblar el extremo angosto hacia dentro mismo en ambos extremos de
la hoja, como si algún lector de las instrucciones que conllevo mentales,
arrancara esta imaginaria hoja, y doblara los párrafos de cada vértice hacia su
centro. La figura resultante parecería como una pequeña casa de dibujo infantil
con su techo a dos aguas. Aplanar fielmente los bordes de esta nueva figura,
para que la finura del trazo sea lo más perfecto posible, cual arquitecto
universal que se retuerce en el mar de indecisiones, donde un serendipico ensañamiento
lo enardecerá a creer una raza que prófuga le enseñara a pecar, para solo así
regocijarse en el castigo perenne de su irrefutable ser.
Una vez aplanada la extensión
universal de la ahora casa-hoja, doblar el techo hacia adentro de la misma y
sobre el borde de su inicio, dando como resultado el Keops de los sueños
enjaulado en la extensión de un horizonte trepidante y rectangular, se
proseguirá a doblar los cimientos opuestos de la pirámide solar, doblando sus
extremos hacia el centro de la misma haciendo que sus ángulos estén próximo el
uno al otro, encarándose agudamente en una cercanía que podría destruir el
universo de un tajo. Aprisionaremos estos angulosos rivales con la cima
piramidal, que se yergue sobre ellos, dejándolos encarcelados en la deconstrucción
del hombre, extirparemos la nueva geometría, doblándola por su eje l, partiendo
con nuestros dedos su medio, y doblando
las partes idénticas hacia afuera de la pirámide aprisionada.
En el fínale de la
llave primigenia, con nuestra figura doblaba por su centro, redoblaremos sobre
las mitades de cada lado, dándonos el último paso hacia la deux ex machina, de
nuestros deseos, y de esta forma la puerta al inframundo estará maquinada sin
recelo alguno de su antiguo dueño.