viernes, 5 de febrero de 2010

Fragmentos del oriente

El sabio de Arabia

Los recuerdos se contraen fugazmente se encajonan y apilan en lugares insondables de mi memoria, al fin recuerdo que nunca me pregunte sobre la vida, alguna vez un balbuceo errante lo menciono: ¿que es la vida?, en esos tiempos mi atisbo no viajaba ni un momento y respondía: La vida es lo que es. Una frase ni siquiera cuidadosamente tramada, un simple reflejo imperceptible a mi raciocinio, un haz de palabras que se proyectaban derribando muros, y dejando la razón de la pregunta lejos en el horizonte. Cuando me volví errante, y mis viajes se llevaban pedazos de mi ser, donde en esas boyantes correrías apilaban nuevos momentos, gratos y terríficos instantes que lapidaban los recuerdos más antiguos, volviendo mi memoria una librería de plomo sobre arenas movedizas e infinitas, donde el intrépido tergiverso de mi ser, intentaba hilvanar alguna sola verdad, donde todo era mentiras que raspaban lujuriosas, y efímeras, donde los verdaderos momentos vividos se borraban olvidados, dejando pasos a fantásticas historias que colmaban la librería de pesado y anhelante plomo, de una alquimia insoluta. Cuando al fin estuvo lleno el gigantesco atrio metálico, fui llamado sabio, mi aberrante espíritu busco conforte en la solitud anacoreta de la sierra inexplorada, el ensimismamiento de mis pesares fungían como paredes inexorables, en lo más salvaje de la tierra, ese lugar en que las bestias parecía comprender mi pesado detrimento, el cual las atormentaban o tal vez solo las llenaba de pena lastimera, donde ni los feroces zopilotes se atrevían a escudriñarme, cuando un pedazo de cadáver maloliente, les parecía un manjar, comparado con la falacia de mi petulante senectud, ese lugar que vio el crecer de mi larga barba, aquella que se extendió nívea por sobre mi inamovible cuerpo, ese sitio, que anunciaba la gélida migración estelar, fue ahí que resulte un sabio, alguna mentira debió cubrirme de verdades, pues el hambre no me azoto jamás, la intemperie parecía también lamentarse a mi vista, y solo pasaba logrando esquivarme de a poco .Peregrinaciones incesantes arremetieron mi morada, fatuos Califas, y vapuleados mendigos me colmaban de preguntas, a cada uno respondía con alguna mentira enarbolada, y a los desdichados que perdidos se topaban conmigo, les revelaba la más pura verdad que su corazón pudiese anhelar, así pasaron las edades, los arboles morían en mi lugar, las montañas se ahondaban y alargaban, las estrellas, parecían ahora mas benevolentes, en verdad lo llegue a saber todo, ninguna pregunta perturbaba mi porte por más de unos instantes, fue hasta que el joven príncipe, Ahmud Asim, se presento ante mi, y logro maquinar la única pregunta que no le podía responder: Ho! Gran sabio, para que mi reino sea prospero, y grande entre todo Arabia, quisiera saber ¿Qué es la vida?.

Nadie supo exactamente las palabras obsequiadas al joven principe, pero su reino se levanto durante mil años, y su estrella aun brilla poderosa en el cielo del desierto

No hay comentarios: