Sonò una vez la trompeta en la medianoche
y dejò caer su cuerpo sobre la hierba.
La fria ala del sueño cobijò sus pupilas
marcàndolas con el signo de su desdicha.
Mientras que la luna seguìa un curso desafortunado
su lengua comenzò su letanìa marginal.
El presagio convertìa su irreal forma
en la màs pura de las realidades.
Moribundo, protegido sòlo por los entes
recobrò el calor de su sangre, tan intenso como el de un maremoto.
levantòse, cogiò su trompeta e hizo un gesto a la aurora
aquèl castigo enfermizo, le habìa parecido un regalo divino
de algùn dios pervertido.
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