No sin antes emancipar mis demonios
No sin antes volver mi mente al polvo del teatro.
(Epifanías de poeta nómada)
Sabré de corceles de carnaval
No sin antes ver tu rostro en el profundo réquiem.
(Letargo de emperador)
Babel y los herejes de tus senos de atardeceres rojos
Las ninfas eróticas de la lumbre de tus ardientes tristezas
Navegan en la tierra de los laberintos.
Tierra hermana de sortilegios
Pecado mundano vuelto mujer
Nocturno palíndrome, excusa ésta gracia que hiere las pieles de cordero.
Conjuro! Haz lanzado un conjuro en una hipnosis etérea
Yo que dispuesto aspiro de tu opio
Cierro los ojos esperando la catársis gitana.
martes, 29 de junio de 2010
lunes, 21 de junio de 2010
El recinto sereno del paraíso
Mictlán se encontraba en el barrio chino
donde la orquesta fue detenida antes de la aduana matutina.
Allí el café era más negro que los gatos
dulcemente amargo como tu mirada bruja.
Desperté en el lado nocturno de la aurora
Rimbaud y Verlaine besaban sus cuerpos opulentos
atestados de poesía.
La bala mal dormida llegaba de tu beso
beso efímero que emana tu sangre.
Hablo de ti
recinto sereno del paraíso, escalinata fugáz
refugio para bestias.
Necesito tu mordaz soberbia para mi tedio
la odisea de tus lunas
el idilio de tu nombre.
donde la orquesta fue detenida antes de la aduana matutina.
Allí el café era más negro que los gatos
dulcemente amargo como tu mirada bruja.
Desperté en el lado nocturno de la aurora
Rimbaud y Verlaine besaban sus cuerpos opulentos
atestados de poesía.
La bala mal dormida llegaba de tu beso
beso efímero que emana tu sangre.
Hablo de ti
recinto sereno del paraíso, escalinata fugáz
refugio para bestias.
Necesito tu mordaz soberbia para mi tedio
la odisea de tus lunas
el idilio de tu nombre.
domingo, 20 de junio de 2010
Radiante
Radiante
Epístola de todos los santos y mi cóncava idolatría
Astro vespertino, de inalcanzable aliento y crepuscular antagonia
Y que de cuantiosa extensión, el tuyo cuerpo se describe en clásicas
grecas estribaciones
De meridional y tétrica apología, de los vastos templos formados a tu gracia
Por los ojos escarlatas, de insondable ensañamiento, vuelta un retrato efímero, y agobiante,
Inmolado en belleza pura, simple y terrenal, Erigida en pilares sacros, semidivinos, y reverenciales
En las vueltas de la merced tortuosa, y las alas azabaches que dé la espalda brotan ennegrecidas
Que Ni en tu corona de espinosos cedros, se repelen espantados, en ese dios perecedero que en
vuestro mancillado seno se acongoja
Vuélvete a la mar de sus desgracias, cae del cielo, y fecunda el vasto embravecido
Canta por sobre sus crestas y saluda al marinero, trama canciones de leyenda, y llévalo a morar
Ahí dentro profundo, a donde el ahogado espectro los escuche
Funesta eres entre todas las mujeres y maldito sea el podrido fruto de ese vientre en virtud
Apaga el nauta y a su llanto, llévalo a zozobrar, pero teme el relámpago del celeste
Que algún día os castigue haber nacido espuria, y femenina, mas teme más a vuestra prole
Que comande los destinos de los hombres, que soslaye en sus negras ataduras, el futuro
Maquinante de un paterno endemoniado y triste firmamento.
Epístola de todos los santos y mi cóncava idolatría
Astro vespertino, de inalcanzable aliento y crepuscular antagonia
Y que de cuantiosa extensión, el tuyo cuerpo se describe en clásicas
grecas estribaciones
De meridional y tétrica apología, de los vastos templos formados a tu gracia
Por los ojos escarlatas, de insondable ensañamiento, vuelta un retrato efímero, y agobiante,
Inmolado en belleza pura, simple y terrenal, Erigida en pilares sacros, semidivinos, y reverenciales
En las vueltas de la merced tortuosa, y las alas azabaches que dé la espalda brotan ennegrecidas
Que Ni en tu corona de espinosos cedros, se repelen espantados, en ese dios perecedero que en
vuestro mancillado seno se acongoja
Vuélvete a la mar de sus desgracias, cae del cielo, y fecunda el vasto embravecido
Canta por sobre sus crestas y saluda al marinero, trama canciones de leyenda, y llévalo a morar
Ahí dentro profundo, a donde el ahogado espectro los escuche
Funesta eres entre todas las mujeres y maldito sea el podrido fruto de ese vientre en virtud
Apaga el nauta y a su llanto, llévalo a zozobrar, pero teme el relámpago del celeste
Que algún día os castigue haber nacido espuria, y femenina, mas teme más a vuestra prole
Que comande los destinos de los hombres, que soslaye en sus negras ataduras, el futuro
Maquinante de un paterno endemoniado y triste firmamento.
Pink Panther
Si fuera profundo como el Jazz
poderoso como el Blues y el Texas Radio and the big beat!
Sería capaz de sostener en mi mente el recuerdo lejano
qué el relámpago de su voz dejó.
Y la duna del instante se redujo a estruendo
lo mismo que un lamento lascivo de su boca
suplicando a la tormenta rosa un nuevo viaje al desierto.
Por momentos vió la sombra del "cherokee" y del "red skin".
Bourbon de carretera hacia la pantera
fue plegaria inmaculada
dentro del cerezo de carmín.
Qué fuera de este mundo sin la locura?
sin las cosmogonías de su delicada piel.
poderoso como el Blues y el Texas Radio and the big beat!
Sería capaz de sostener en mi mente el recuerdo lejano
qué el relámpago de su voz dejó.
Y la duna del instante se redujo a estruendo
lo mismo que un lamento lascivo de su boca
suplicando a la tormenta rosa un nuevo viaje al desierto.
Por momentos vió la sombra del "cherokee" y del "red skin".
Bourbon de carretera hacia la pantera
fue plegaria inmaculada
dentro del cerezo de carmín.
Qué fuera de este mundo sin la locura?
sin las cosmogonías de su delicada piel.
"Al son de la cubana noche"
Y es que en mi mente ya existías, y deambulabas eclíptica entre manchones de corrupta tinta, se que ya vivías ahí, infantil y acurrucada entre velos de carmesí, y plata resplandeciente, nunca pude ver tu rostro, pero ya eras mía, de mi mente, de la efigie nostálgica que solía visitarme en los callejones apagados del olvido, en la ciudad incorpórea que se extiende infinita en el cabal de mis pensamientos, solo cuando te conocí aquel viernes supe que eras tú, y la efigie paso a tener rostro, alma y nombre, y el jazz somnoliento te acercaba a mis devastadas palmas, y creí conocerte de nuevo, en aquel venerado astro en que te convertiste, radiante, escarlata, e ilegitimo, pero tal vez mi débil visión cubría en verdad tu rastro, las lentezuelas rotas de mis ojos no dejaban definir aun bien tu silueta, esbozarme tu sonrisa, acércame a tu aliento, apartar tu cabello, y oler tu terso cuello, donde tres estrellas se acumulan, en una fastuosa galaxia, única y sibilante, debo entonces agradecer a cuba y su sabor, el verdadero color de el tuyo rostro, y como olvidar esa magnífica luz de la Habana, que en su mentolado, brillo metálico, te desvelo, ahí, pura e inmaculada, tierna y tan fuerte, olvidar aquella fatua luz, esos momentos de noches interminables, de besos robados, otorgados y amalgamados, donde la bulliciosa y etílica Habana, abrió el acongojado y temeroso musculo que te repalpita en el níveo pecho “una roja flor para un purpureo corazón”
lunes, 7 de junio de 2010
Zar
Ecuánime fortunata de los bacanales Macedonios
Fontana rústica plebeya hija de placenta meridiana
Jornada Rusa de terciopelo gris
Gris oso.
Osco umbrío homogénico
Dios ámbar del padre escarlata
Reliquia ecléctica de plata
Mujer de semblanza lunar habla de vitrales gatunos.
Matanzas mudas propensas al zar
Devorando el camino de sus ojos
Su mirada juventina de los aquelárres siberianos
Es beluga, es mar.
El mistiscismo abierto del pordiosero hambriento
Sufre del prisma escueto del ángulo de su rodilla
Misma que retumba al cantar del balcán.
Fontana rústica plebeya hija de placenta meridiana
Jornada Rusa de terciopelo gris
Gris oso.
Osco umbrío homogénico
Dios ámbar del padre escarlata
Reliquia ecléctica de plata
Mujer de semblanza lunar habla de vitrales gatunos.
Matanzas mudas propensas al zar
Devorando el camino de sus ojos
Su mirada juventina de los aquelárres siberianos
Es beluga, es mar.
El mistiscismo abierto del pordiosero hambriento
Sufre del prisma escueto del ángulo de su rodilla
Misma que retumba al cantar del balcán.
jueves, 6 de mayo de 2010
El sitial roto
I
¿Donde yace el quebranto yelmo?
En qué lugar se arremolina copiosa la sabia,
y la lanza cae despedazada?
¿Donde el príncipe se arrebata agonizando?
¿En cuál destronada balada se cantara su pesar, y el mío
y el de su reino?
¿Donde está el edicto celestial, bajo el cual su eterno pueblo se prolongaba?
En que lastimero brazo, estuvo sentenciado su lúgubre destino
Que funesto designio, profirió en labios misericordiosos su final?
Ya solo queda el loor, de un abatido pueblo
Un solo instante de estrellas agónicas reclamantes
Dos vistazos de una luna roja, que alzase por su otrora reino
Y la corriente que se eleva, repicando en blasones sangrientos
Donde las fanfarrias le lloran a sus muertos,
Y los vástagos entierran a sus padres, y las madres reclaman las bastardías del nuevo y victorioso dios
II
El nuevo padre comanda el trono
Y su frente se corona en la guirnalda de tus ancestros
Su fétida planta arremete al suelo que los vio nacer
Y la lasciva lengua desmorona la piedra, y consagra su verdad
La tierra te llora y el cielo se quiebra en tu pesar
El universo retembla, cuando los espurios labios resuenan el cuerno
Las doncellas se inmolan, antes de caer desvergonzadas ante el sátiro enemigo
EL suelo se extiende escorificado, bajo su labriego, y las plantas prefieren morir
Antes que adornar el reino arrebatado
Tu pueblo lentamente se extingue, y la mirada juiciosa del cosmos
nos prepara a tu encontrar
Espéranos en tu trono de nácar, y oro sempiterno, príncipe del ahora tu reino el firmamento"
“Hacia los palacios eternos de tu raza, vuela cobijado, en el heraldo de tu ominoso linaje, atisba, con valor tu reino centelleante, velo renacer tal vez algún día bajo la ceniza del burlesque y de la roca, suena el cuerno de guerra, y cabalga una vez más en la memoria de los bienaventurados “
¿Donde yace el quebranto yelmo?
En qué lugar se arremolina copiosa la sabia,
y la lanza cae despedazada?
¿Donde el príncipe se arrebata agonizando?
¿En cuál destronada balada se cantara su pesar, y el mío
y el de su reino?
¿Donde está el edicto celestial, bajo el cual su eterno pueblo se prolongaba?
En que lastimero brazo, estuvo sentenciado su lúgubre destino
Que funesto designio, profirió en labios misericordiosos su final?
Ya solo queda el loor, de un abatido pueblo
Un solo instante de estrellas agónicas reclamantes
Dos vistazos de una luna roja, que alzase por su otrora reino
Y la corriente que se eleva, repicando en blasones sangrientos
Donde las fanfarrias le lloran a sus muertos,
Y los vástagos entierran a sus padres, y las madres reclaman las bastardías del nuevo y victorioso dios
II
El nuevo padre comanda el trono
Y su frente se corona en la guirnalda de tus ancestros
Su fétida planta arremete al suelo que los vio nacer
Y la lasciva lengua desmorona la piedra, y consagra su verdad
La tierra te llora y el cielo se quiebra en tu pesar
El universo retembla, cuando los espurios labios resuenan el cuerno
Las doncellas se inmolan, antes de caer desvergonzadas ante el sátiro enemigo
EL suelo se extiende escorificado, bajo su labriego, y las plantas prefieren morir
Antes que adornar el reino arrebatado
Tu pueblo lentamente se extingue, y la mirada juiciosa del cosmos
nos prepara a tu encontrar
Espéranos en tu trono de nácar, y oro sempiterno, príncipe del ahora tu reino el firmamento"
“Hacia los palacios eternos de tu raza, vuela cobijado, en el heraldo de tu ominoso linaje, atisba, con valor tu reino centelleante, velo renacer tal vez algún día bajo la ceniza del burlesque y de la roca, suena el cuerno de guerra, y cabalga una vez más en la memoria de los bienaventurados “
martes, 4 de mayo de 2010
Marea consecuente de una bella porcelána.
De seda y porcelána la madrugada
luz pequeña apenas mortecina
despeñadero navajo para las bestias.
Amanecer neptuno
caleidoscopio de su suelto cabello.
De su tragedia, su comedia
asalto al veraniego ritual.
Mentor de fumarola
de faro de jardín
dieciócho percepciones ilegíbles.
La que unge
detona y serena grotescas hordas del desierto.
Signa con sagrado óleo las tempestuosas borrascas.
luz pequeña apenas mortecina
despeñadero navajo para las bestias.
Amanecer neptuno
caleidoscopio de su suelto cabello.
De su tragedia, su comedia
asalto al veraniego ritual.
Mentor de fumarola
de faro de jardín
dieciócho percepciones ilegíbles.
La que unge
detona y serena grotescas hordas del desierto.
Signa con sagrado óleo las tempestuosas borrascas.
domingo, 25 de abril de 2010
Magenta sirena del estoico paisaje
Miramientos y condenas de las terzas olas sedientas
arrivan todas en comunión Babilónica.
He esperado los infortunios de tu demencial canto bajo las piedras carmesí.
Buscado ya las escamas dentro de los pilares de tu encuentro.
Me he encontrado sólo elegías y sopor.
Destierros he visto también, obra del demonio boreal.
Carnicera del instánte, androide gitana del oleaje.
Evoca una vez más al gigante, habitante de la planeta histeria.
Maldito perezco y tú fina gota de menta me oyes ladrar.
arrivan todas en comunión Babilónica.
He esperado los infortunios de tu demencial canto bajo las piedras carmesí.
Buscado ya las escamas dentro de los pilares de tu encuentro.
Me he encontrado sólo elegías y sopor.
Destierros he visto también, obra del demonio boreal.
Carnicera del instánte, androide gitana del oleaje.
Evoca una vez más al gigante, habitante de la planeta histeria.
Maldito perezco y tú fina gota de menta me oyes ladrar.
viernes, 5 de febrero de 2010
Fragmentos del oriente
El sabio de Arabia
Los recuerdos se contraen fugazmente se encajonan y apilan en lugares insondables de mi memoria, al fin recuerdo que nunca me pregunte sobre la vida, alguna vez un balbuceo errante lo menciono: ¿que es la vida?, en esos tiempos mi atisbo no viajaba ni un momento y respondía: La vida es lo que es. Una frase ni siquiera cuidadosamente tramada, un simple reflejo imperceptible a mi raciocinio, un haz de palabras que se proyectaban derribando muros, y dejando la razón de la pregunta lejos en el horizonte. Cuando me volví errante, y mis viajes se llevaban pedazos de mi ser, donde en esas boyantes correrías apilaban nuevos momentos, gratos y terríficos instantes que lapidaban los recuerdos más antiguos, volviendo mi memoria una librería de plomo sobre arenas movedizas e infinitas, donde el intrépido tergiverso de mi ser, intentaba hilvanar alguna sola verdad, donde todo era mentiras que raspaban lujuriosas, y efímeras, donde los verdaderos momentos vividos se borraban olvidados, dejando pasos a fantásticas historias que colmaban la librería de pesado y anhelante plomo, de una alquimia insoluta. Cuando al fin estuvo lleno el gigantesco atrio metálico, fui llamado sabio, mi aberrante espíritu busco conforte en la solitud anacoreta de la sierra inexplorada, el ensimismamiento de mis pesares fungían como paredes inexorables, en lo más salvaje de la tierra, ese lugar en que las bestias parecía comprender mi pesado detrimento, el cual las atormentaban o tal vez solo las llenaba de pena lastimera, donde ni los feroces zopilotes se atrevían a escudriñarme, cuando un pedazo de cadáver maloliente, les parecía un manjar, comparado con la falacia de mi petulante senectud, ese lugar que vio el crecer de mi larga barba, aquella que se extendió nívea por sobre mi inamovible cuerpo, ese sitio, que anunciaba la gélida migración estelar, fue ahí que resulte un sabio, alguna mentira debió cubrirme de verdades, pues el hambre no me azoto jamás, la intemperie parecía también lamentarse a mi vista, y solo pasaba logrando esquivarme de a poco .Peregrinaciones incesantes arremetieron mi morada, fatuos Califas, y vapuleados mendigos me colmaban de preguntas, a cada uno respondía con alguna mentira enarbolada, y a los desdichados que perdidos se topaban conmigo, les revelaba la más pura verdad que su corazón pudiese anhelar, así pasaron las edades, los arboles morían en mi lugar, las montañas se ahondaban y alargaban, las estrellas, parecían ahora mas benevolentes, en verdad lo llegue a saber todo, ninguna pregunta perturbaba mi porte por más de unos instantes, fue hasta que el joven príncipe, Ahmud Asim, se presento ante mi, y logro maquinar la única pregunta que no le podía responder: Ho! Gran sabio, para que mi reino sea prospero, y grande entre todo Arabia, quisiera saber ¿Qué es la vida?.
Nadie supo exactamente las palabras obsequiadas al joven principe, pero su reino se levanto durante mil años, y su estrella aun brilla poderosa en el cielo del desierto
Los recuerdos se contraen fugazmente se encajonan y apilan en lugares insondables de mi memoria, al fin recuerdo que nunca me pregunte sobre la vida, alguna vez un balbuceo errante lo menciono: ¿que es la vida?, en esos tiempos mi atisbo no viajaba ni un momento y respondía: La vida es lo que es. Una frase ni siquiera cuidadosamente tramada, un simple reflejo imperceptible a mi raciocinio, un haz de palabras que se proyectaban derribando muros, y dejando la razón de la pregunta lejos en el horizonte. Cuando me volví errante, y mis viajes se llevaban pedazos de mi ser, donde en esas boyantes correrías apilaban nuevos momentos, gratos y terríficos instantes que lapidaban los recuerdos más antiguos, volviendo mi memoria una librería de plomo sobre arenas movedizas e infinitas, donde el intrépido tergiverso de mi ser, intentaba hilvanar alguna sola verdad, donde todo era mentiras que raspaban lujuriosas, y efímeras, donde los verdaderos momentos vividos se borraban olvidados, dejando pasos a fantásticas historias que colmaban la librería de pesado y anhelante plomo, de una alquimia insoluta. Cuando al fin estuvo lleno el gigantesco atrio metálico, fui llamado sabio, mi aberrante espíritu busco conforte en la solitud anacoreta de la sierra inexplorada, el ensimismamiento de mis pesares fungían como paredes inexorables, en lo más salvaje de la tierra, ese lugar en que las bestias parecía comprender mi pesado detrimento, el cual las atormentaban o tal vez solo las llenaba de pena lastimera, donde ni los feroces zopilotes se atrevían a escudriñarme, cuando un pedazo de cadáver maloliente, les parecía un manjar, comparado con la falacia de mi petulante senectud, ese lugar que vio el crecer de mi larga barba, aquella que se extendió nívea por sobre mi inamovible cuerpo, ese sitio, que anunciaba la gélida migración estelar, fue ahí que resulte un sabio, alguna mentira debió cubrirme de verdades, pues el hambre no me azoto jamás, la intemperie parecía también lamentarse a mi vista, y solo pasaba logrando esquivarme de a poco .Peregrinaciones incesantes arremetieron mi morada, fatuos Califas, y vapuleados mendigos me colmaban de preguntas, a cada uno respondía con alguna mentira enarbolada, y a los desdichados que perdidos se topaban conmigo, les revelaba la más pura verdad que su corazón pudiese anhelar, así pasaron las edades, los arboles morían en mi lugar, las montañas se ahondaban y alargaban, las estrellas, parecían ahora mas benevolentes, en verdad lo llegue a saber todo, ninguna pregunta perturbaba mi porte por más de unos instantes, fue hasta que el joven príncipe, Ahmud Asim, se presento ante mi, y logro maquinar la única pregunta que no le podía responder: Ho! Gran sabio, para que mi reino sea prospero, y grande entre todo Arabia, quisiera saber ¿Qué es la vida?.
Nadie supo exactamente las palabras obsequiadas al joven principe, pero su reino se levanto durante mil años, y su estrella aun brilla poderosa en el cielo del desierto
martes, 5 de enero de 2010
Fauce
Sonáta a la tumba de la vanidad, historia séquita del vino
Perséfone mutila su melodía histérica y religiosa al omnipotente creador del alcohol
Besa la calva estepa láctea que habita en el hombro derecho del titán
Absurdo tinto, bacanal próspero
La malicia mental susurra al lobo de la orilla
Acoge en sus fauces cien garras de azufre
Balbucea a los vientres de la luna un mítico mar encendido
Enfunda por última vez en su desamparo el serpenteo de la sangre
He aqui el felatio, el magnánimo.
Perséfone mutila su melodía histérica y religiosa al omnipotente creador del alcohol
Besa la calva estepa láctea que habita en el hombro derecho del titán
Absurdo tinto, bacanal próspero
La malicia mental susurra al lobo de la orilla
Acoge en sus fauces cien garras de azufre
Balbucea a los vientres de la luna un mítico mar encendido
Enfunda por última vez en su desamparo el serpenteo de la sangre
He aqui el felatio, el magnánimo.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
El embrujo de los dias
El embrujo de los días.
Yamer se desdibujaba preocupante, el sudor recorría vertiginosamente las estribaciones de su rostro, los ases ocasionales de la metralla delataban su bien pertrechada guarida, la centella del tabaco ya se le consumía en la cara, sus manos se deslizaban torpes, acosadas por la gélida mordida del invierno, los viejos ojos, en vano, trataban de buscar una esperanza nula; Las correrías sobre los callejones hacían retumbar las escalinatas; Yamer cargaba el fusil, y rezaba; Las vendas de su cuerpo comenzaban a llenarse copiosamente del carmesí de sus entrañas, la sangre le escurría por la boca, su temple se quebrantaba y caía abatido, todo era fugaz, como el sueño virginal que se ve levemente entorpecido por el amanecer del mundo, su cara pretende llorar, pero sus músculos no responden, está seco desde el interior, logra extender un poco sus brazos, trata en vano de mover su mortecino y cadavérico cuerpo, cree tener un dolor en las piernas, se toca y no siente nada, y aun sabiendo que esta por morir, se vuelve a asustar, se contorsiona en su lecho pedregoso levemente sacado del gris por el clamor de su sangre, logra mover el torso, y contempla que la mitad de su cuerpo ya no está, se arrastra de patética forma hacia la luz de los candiles lejanos, detrás suyo, se extiende el rastro de la presa quebranta, el viento resopla en la pedaceria de su cuerpo, los sentidos, en desvanecimiento, captan unos pasos detrás suyo, sus ojos se desorbitan del temor, se escabulle como un ser reptante, quiere llegar más pronto a la luz, tal vez a buscar ese camino luminoso que la muerte ofrece, pagar al barquero y salir del lugar, pero no puede, se frena de golpe, con el pedazo de espina que aun le sobra se le eriza la piel, voltea y ve a la bestia que le pisa las entrañas, que se posa sobre las viseras y le prohíbe avanzar, ve su risa monstruosa, la inclemencia expedita en carcajadas, cree poder reconocer la forma, pero cuando la luz toca el monstruoso esbozo se despedaza y cae desvanecida.
Tomo con firmeza una granada, antes de poder lanzarla, mis manos detectan sus bordes cuidadosamente ensamblados, su metal que tanto y tan gustoso regala las esquirlas, la arrojo sobre mi cabeza, el sonido que hace al caer se disimula por la sangre de Yamer, el lugar se llena del silencio somnoliento, el tiempo gusta detenerse antes de cualquier acometida, la explosión arroja un vetusto sentimiento de nebulosas escarlatas y polvorientas llamaradas, aprovechando la conmoción corro sobre los escombros de la vieja capilla, tropiezo con los centenares de cadáveres, que se unen en la alfombra lánguida del mundo, sus manos inertes no vacilan en tomarme dentro de pesadillas inacontesidas, logro safarme, y habidamente trepo hasta una torre del viejo campanario, el halo de oxido que envuelve la ciudad, refleja el paramo desolado en que se ha convertido nuestra morada, cuidadosamente escudriño con atisbo el lugar, el azul metálico arrebata el cálido escarlata del firmamento, y alcanzo a desentrañar una sombra que se mueve carmesí sobre las callejuelas, cargo el rifle velozmente, el mecanismo se traba un par de veces, el sudor me increpa y las manos se me vuelven torpes fideos, finalmente se carga el compartimiento, apunto a la tambaleante figura, mi organismo cesa sus funciones, mi dedo inquisidor comienza lentamente su indetenible marcha, cuando no queda ni un suspiro ante el disparo, creo dilucidar una forma femenina y en el ultimo lamento erro el tiro hacia la nada, me dejo caer sobre mis piernas, la locura comienza a devorarme, y trata atinadamente de llevarme a lugares arcanos de inhóspito placer, por un momento me entrego a la demencia, la dejo bailar en mi ser y le concedo un último valse al infinito, tomo mi cantimplora que está llena de licor y la bebo de un trago, bajo de unos cuantos pasos de la torre, y canto desangustiado entre los ecos profundos de la ciudad, llego oscilante al mortuorio recinto de los restos de Yamer, una vil porosa cantera de la calle, creo escuchar una risa femenina, me consagro como un loco total, pues no se ha visto una mujer en estas tierras desde ha tiempo ya, me siento sobre un pedazo de escalinata y dejo mi cuerpo yacer, pero la risa quebranta mi estático goce, una figura se presenta ante mí, irradiaba una luz que acongojaba el corazón, su calor monárquico seco sin más mis lagrimas, la beldad con la que se ensalzaba, inundaba la moribunda tierra, su seráfica mirada penetraba a través de la peña y la carne, parecía estar apuntando directamente a mi corazón, yo no estaba feliz, sabía que en cualquier momento, mi cuerpo yacería extendido por los rincones polvorientos, Nunca debimos entrar en pie de guerra con el reino de los firmamentos.
Yamer se desdibujaba preocupante, el sudor recorría vertiginosamente las estribaciones de su rostro, los ases ocasionales de la metralla delataban su bien pertrechada guarida, la centella del tabaco ya se le consumía en la cara, sus manos se deslizaban torpes, acosadas por la gélida mordida del invierno, los viejos ojos, en vano, trataban de buscar una esperanza nula; Las correrías sobre los callejones hacían retumbar las escalinatas; Yamer cargaba el fusil, y rezaba; Las vendas de su cuerpo comenzaban a llenarse copiosamente del carmesí de sus entrañas, la sangre le escurría por la boca, su temple se quebrantaba y caía abatido, todo era fugaz, como el sueño virginal que se ve levemente entorpecido por el amanecer del mundo, su cara pretende llorar, pero sus músculos no responden, está seco desde el interior, logra extender un poco sus brazos, trata en vano de mover su mortecino y cadavérico cuerpo, cree tener un dolor en las piernas, se toca y no siente nada, y aun sabiendo que esta por morir, se vuelve a asustar, se contorsiona en su lecho pedregoso levemente sacado del gris por el clamor de su sangre, logra mover el torso, y contempla que la mitad de su cuerpo ya no está, se arrastra de patética forma hacia la luz de los candiles lejanos, detrás suyo, se extiende el rastro de la presa quebranta, el viento resopla en la pedaceria de su cuerpo, los sentidos, en desvanecimiento, captan unos pasos detrás suyo, sus ojos se desorbitan del temor, se escabulle como un ser reptante, quiere llegar más pronto a la luz, tal vez a buscar ese camino luminoso que la muerte ofrece, pagar al barquero y salir del lugar, pero no puede, se frena de golpe, con el pedazo de espina que aun le sobra se le eriza la piel, voltea y ve a la bestia que le pisa las entrañas, que se posa sobre las viseras y le prohíbe avanzar, ve su risa monstruosa, la inclemencia expedita en carcajadas, cree poder reconocer la forma, pero cuando la luz toca el monstruoso esbozo se despedaza y cae desvanecida.
Tomo con firmeza una granada, antes de poder lanzarla, mis manos detectan sus bordes cuidadosamente ensamblados, su metal que tanto y tan gustoso regala las esquirlas, la arrojo sobre mi cabeza, el sonido que hace al caer se disimula por la sangre de Yamer, el lugar se llena del silencio somnoliento, el tiempo gusta detenerse antes de cualquier acometida, la explosión arroja un vetusto sentimiento de nebulosas escarlatas y polvorientas llamaradas, aprovechando la conmoción corro sobre los escombros de la vieja capilla, tropiezo con los centenares de cadáveres, que se unen en la alfombra lánguida del mundo, sus manos inertes no vacilan en tomarme dentro de pesadillas inacontesidas, logro safarme, y habidamente trepo hasta una torre del viejo campanario, el halo de oxido que envuelve la ciudad, refleja el paramo desolado en que se ha convertido nuestra morada, cuidadosamente escudriño con atisbo el lugar, el azul metálico arrebata el cálido escarlata del firmamento, y alcanzo a desentrañar una sombra que se mueve carmesí sobre las callejuelas, cargo el rifle velozmente, el mecanismo se traba un par de veces, el sudor me increpa y las manos se me vuelven torpes fideos, finalmente se carga el compartimiento, apunto a la tambaleante figura, mi organismo cesa sus funciones, mi dedo inquisidor comienza lentamente su indetenible marcha, cuando no queda ni un suspiro ante el disparo, creo dilucidar una forma femenina y en el ultimo lamento erro el tiro hacia la nada, me dejo caer sobre mis piernas, la locura comienza a devorarme, y trata atinadamente de llevarme a lugares arcanos de inhóspito placer, por un momento me entrego a la demencia, la dejo bailar en mi ser y le concedo un último valse al infinito, tomo mi cantimplora que está llena de licor y la bebo de un trago, bajo de unos cuantos pasos de la torre, y canto desangustiado entre los ecos profundos de la ciudad, llego oscilante al mortuorio recinto de los restos de Yamer, una vil porosa cantera de la calle, creo escuchar una risa femenina, me consagro como un loco total, pues no se ha visto una mujer en estas tierras desde ha tiempo ya, me siento sobre un pedazo de escalinata y dejo mi cuerpo yacer, pero la risa quebranta mi estático goce, una figura se presenta ante mí, irradiaba una luz que acongojaba el corazón, su calor monárquico seco sin más mis lagrimas, la beldad con la que se ensalzaba, inundaba la moribunda tierra, su seráfica mirada penetraba a través de la peña y la carne, parecía estar apuntando directamente a mi corazón, yo no estaba feliz, sabía que en cualquier momento, mi cuerpo yacería extendido por los rincones polvorientos, Nunca debimos entrar en pie de guerra con el reino de los firmamentos.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Pecatum Sororum
Pecatum Sororum
Hermana del pecado, de aquel edicto sacro que retumba en el firmamento,
Permíteme consagrarme unas ves mas, recordar las fibras musculares de tu suculenta geografía
Hermana del pecado, dejadme ofrendar aquel maravilloso templo,
Permíteme advenirlo hacia el oscuro placer de mi carnoso juicio
No temas más hermana del pecado, deja a tus entrañas aullar en el placer nostálgico de las estrellas, Loa a la luna que nos observa amalgamados
Ho hermana del pecado, entrégate una última vez, perpetua el agonizante deseo que se escapa sobre el recital etéreo y se eleva atravesando la densa niebla de tus labios, despedazándose en el monte que Venus recelosa atesora.
Hermana del pecado, de aquel edicto sacro que retumba en el firmamento,
Permíteme consagrarme unas ves mas, recordar las fibras musculares de tu suculenta geografía
Hermana del pecado, dejadme ofrendar aquel maravilloso templo,
Permíteme advenirlo hacia el oscuro placer de mi carnoso juicio
No temas más hermana del pecado, deja a tus entrañas aullar en el placer nostálgico de las estrellas, Loa a la luna que nos observa amalgamados
Ho hermana del pecado, entrégate una última vez, perpetua el agonizante deseo que se escapa sobre el recital etéreo y se eleva atravesando la densa niebla de tus labios, despedazándose en el monte que Venus recelosa atesora.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
He visto eternidades,
....................imperios alzarse,
y caer bajo el peso todopoderoso
....................de su propia miseria.
las montañas nauseabundas hechas con las osamentas
............de los vencidos por la hoja
y de los propios,
caídos por veneno, ....odio.................... y retribución
He visto la fugacidad de la vida
eternidades y derrotas,
eternidades y las ruinas inmutables...
Porque el canto es eterno.
El canto de los días.
El canto de los dioses.
El canto de los hombres.
He vislumbrado la amargura de la derrota
y presenciado el canto de la victoria…
Porque el canto es eterno,
.............y pronto,
.........................(en verdad muy pronto)
ya no habrá quien lo escuche
Más el canto continuará
.......porque es el canto de la vida
..y el canto es la vida misma,
será mi condena y desdicha,
............quedar
cual fantasma,
cual recuerdo:
El ciego que canta lo que alguna vez vio en el páramo de la memoria…
....................imperios alzarse,
y caer bajo el peso todopoderoso
....................de su propia miseria.
las montañas nauseabundas hechas con las osamentas
............de los vencidos por la hoja
y de los propios,
caídos por veneno, ....odio.................... y retribución
He visto la fugacidad de la vida
eternidades y derrotas,
eternidades y las ruinas inmutables...
Porque el canto es eterno.
El canto de los días.
El canto de los dioses.
El canto de los hombres.
He vislumbrado la amargura de la derrota
y presenciado el canto de la victoria…
Porque el canto es eterno,
.............y pronto,
.........................(en verdad muy pronto)
ya no habrá quien lo escuche
Más el canto continuará
.......porque es el canto de la vida
..y el canto es la vida misma,
será mi condena y desdicha,
............quedar
cual fantasma,
cual recuerdo:
El ciego que canta lo que alguna vez vio en el páramo de la memoria…
El aire misericordioso del luto
La silueta de aquella entretejida piel es rostro del viento, es carne cruda de tulipán.
Lee cuidadosamente con sus labios el navegar de mis articulaciones, se presenta ante mi con una mancha fúnebre en toda su hambrienta soledad.
Acerca su faláz agonía al murmullo insoportable del lamento, promete con el oscuro de su deseo invocar la misericordia todo poderosa de los creadores.
El claroscuro de las levitaciones acata con intrépido rencor las líneas del entorno, retira al ejército encautador del luto, ese luto despiadado que entrega a la única verdad todas las penumbras existentes.
Desdeña de nuevo el abatimiento, se hace una conmigo en el acto, el ritual se hace pensamiento con los aromas.
La ceremonia eclesiástica es llana, la celebración Dionisiáca es sensitivamente nocturna, continente del placer, de la muerte.
Lee cuidadosamente con sus labios el navegar de mis articulaciones, se presenta ante mi con una mancha fúnebre en toda su hambrienta soledad.
Acerca su faláz agonía al murmullo insoportable del lamento, promete con el oscuro de su deseo invocar la misericordia todo poderosa de los creadores.
El claroscuro de las levitaciones acata con intrépido rencor las líneas del entorno, retira al ejército encautador del luto, ese luto despiadado que entrega a la única verdad todas las penumbras existentes.
Desdeña de nuevo el abatimiento, se hace una conmigo en el acto, el ritual se hace pensamiento con los aromas.
La ceremonia eclesiástica es llana, la celebración Dionisiáca es sensitivamente nocturna, continente del placer, de la muerte.
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